martes, 4 de junio de 2019

La isla de dos caras

En la web cuentosparadormir.com de Pedro Pablo Sacristán, encontré esta excelente historia sobre el miedo que podemos tener al emprender o tomar alguna decisión importante en la vida. Lee “La isla de dos caras” y llévate una gran reflexión para esta semana.





Érase una vez una isla dividida por un gran acantilado. Ambas zonas eran tan diferentes como el día y la noche. En el lado bueno los campos eran fértiles llenos de árboles, flores, pájaros; regados por ríos llenos de peces. En el lado malo, apenas había agua y plantas, y para colmo estaba infestado de bestias salvajes. Era en este lado en el que vivía la tribu de los mokokos, seres atemorizados por su dura vida y las fieras que de vez en cuando devoraban a un habitante.


Según la leyenda de la tribu, algunos antepasados pudieron cruzar el acantilado que dividía ambas áreas de la isla con la ayuda de una pequeña pértiga (vara larga). Los mokokos no creían esto posible y más aún que en su lado de la isla ya ni crecían árboles hace varios años.

La naturaleza hizo que junto al acantilado creciera un delgado árbol, pero lo suficientemente fuerte para construir dos pértigas. La expectativa de la gente fue enorme y según la jerarquía quienes podrían intentar utilizarlas eran solo el gran jefe de la tribu y el hechicero. Ambos tuvieron la oportunidad de dar el salto pero el miedo los rodeó y no se atrevieron. “Seguro no es lo suficientemente larga”, “Es capaz de romperse”, “Podríamos morir en el intento”, se dijeron. Hasta que por fin se rindieron. Para evitar las burlas de los pobladores, inventaron historias y viejas leyendas de saltos fallidos e intentos fracasados para llegar al otro lado de la isla. Tanto las contaron que todo mokoko creía que era imprudente intentar el salto. Las pértigas se quedaron tiradas al lado del acantilado.

Años más tarde, una joven pareja Naru y Ariki, perteneciente a la tribu de los mokokos, deseaba una vida mejor. Animados por sus fuerzas decidieron intentar saltar al otro lado.

- “¿Qué tal si es cierto lo que dicen?”, preguntó Naru.

- “No les hagas caso, ¿por qué hablan de algo que nunca han hecho? Yo también tengo miedo, pero no creo que sea difícil”, respondió Ariki muy decidida.

- “Pero si sale algo mal…”, dijo Naru.

- “Puede que sí, puede que no. Pero quedarnos aquí para siempre sin intentarlo será peor, ¿no? ¿conoces a alguien que no haya muerto de hambre o como cena de una de las fieras? Ese final también es terrible.”

- “Tienes razón”, sostuvo Naru. “Mañana saltamos”.

Al día siguiente Naru y Ariki saltaron a la cara buena de la isla. Tomaron las pértigas, corrieron una buena distancia para lograr el impulso necesario. Apenas podían respirar del miedo del salto. Volaron por los aires y desesperados porque sentían que algo había salido mal, temblaban por la muerte en la caída. Pero de repente cayeron en la tierra. ¡Habían llegado a la cara buena de la isla! Se abrazaron felices y empezaron a correr hacia una nueva vida.

A lo lejos la gente decía: “Ha sido suerte”, “Supongo que lo haré mañana”, “¡Qué salto tan malo! Casi se matan, si no fuera por la pértiga no se salvan…”

Naru y Ariki entendieron que al otro lado solo se oían voces de resignación de personas sin sueños, con mucho miedo y desesperanzas. Ellos nunca saltarían hacia la cara buena de la isla.

¿Saltarías?

Reflexión

Cuantas veces nos encontramos en la misma situación de los mokokos. No nos queremos arriesgar porque el cambio nos da miedo, incluso estando en condiciones malas. Recuerdo que una amiga me contó que estaba harta de su trabajo, que su jefe era un patán, sus compañeros no sabían lo que significaba el trabajo en equipo, el horario siempre lo extendían y no le pagaban horas extras, trabajaba domingos y feriados y para colmo su sueldo era malo para todo lo que ella hacía. Al recomendarle que busque otro trabajo, ella me decía: “No, ¿qué otra cosa voy a hacer?”, “¿Y si no me aceptan?”, “No hay chambas”, etc. Nuestra mentalidad se bloquea porque andamos cansados, estresados, etc. El miedo y la desesperanza llena nuestras mentes y nos volvemos débiles.¿Qué debemos hacer en estos casos? Primero, tomarnos el tiempo necesario para pensar y fijar una meta. ¿Qué es lo que queremos lograr? Luego que sepamos hacia donde vamos tenemos que saber cómo, qué camino tomar. Una vez fijado el camino, ver cómo pasarlo. El plan puede cambiar, pero la meta no. Marquemos nuestro objetivo de manera clara , tal como hicieron Naru y Ariki al fijar su destino al otro lado de la isla… ¡y arriesguémonos! Como dice una de las frases célebres de Steve Jobs: “El momento es ahora”.

¿Vas a emprender? A tomar tu pértiga y salta a la cara buena de la isla.

Marc Soriano
Coach ejecutivo

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