El carisma se
puede definir como una facilidad innata de hacerse querer, es un poder de atracción,
es puro magnetismo personal.
El carisma
tiene un fundamento esencialmente genético:
Unos (pocos)
nacen con carisma y otros (la mayoría) no.
No obstante,
aunque resulta muy difícil adquirirlo, sí se pueden aprender ciertas técnicas que
permiten suplir parcialmente su ausencia o a realzar aún más el carisma que uno
ya posee.
El líder
carismático genera admiración.
El carisma
facilita enormemente el camino hacia el liderazgo, si bien no es una
condición
indispensable:
Se puede ser
un extraordinario líder sin tener carisma y se puede tener muchísimo carisma y
no ser un líder.
La
característica que define a un líder carismático es su capacidad de seducir,
tiene una personalidad enormemente atractiva con la que consigue atraer a los demás
miembros del grupo.
El carisma
permite unir el grupo alrededor del líder.
El líder
carismático suele ser también un gran comunicador, tiene un poder natural de persuasión.
Ante el líder
carismático el equipo suele perder cierta objetividad. El líder carismático
disfruta normalmente de un juicio benévolo por parte de sus subordinados. Se le
"perdonan" los fallos y se mitifican sus logros.
El problema
que plantea el líder carismático es que la organización puede hacerse excesivamente
dependiente de él.
Es muy difícil
encontrar a un sustituto ya que eclipsará a cualquier aspirante a sucederle.
Un peligro que
acecha especialmente al líder carismático es la facilidad de caer en el endiosamiento.
El grupo le
rinde tanta pleitesía que no es extraño que pierda el sentido de la realidad.
Marc Soriano
Coach ejecutivo.
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