En primer
lugar hay que dejar muy claro que además de los efectos sumamente negativos que
provoca en la empresa una dirección basada en el miedo, el jefe no tiene ningún
derecho a hacerlo.
Lo que el
cargo no le da es ningún derecho a abusar de las personas, a presionarlas de manera
injustificada, a generar una tensión insoportable. En definitiva, a no
tratarlas con el respeto que se merecen.
El empleo del
miedo permite a la empresa a veces obtener muy buenos resultados en el corto
plazo, pero esta situación no es sostenible en el tiempo.
Una persona
atemorizada puede hacer lo imposible por conseguir los objetivos
marcados y
evitar el castigo. Pero le resultará imposible mantener este nivel de
desempeño en
el largo plazo: la tensión, el estrés, el temor, le irán pasando factura.
Al cabo de un
tiempo nos encontraremos ante un empleado extenuado, absolutamente quemado. Una
persona paralizada no puede dar lo mejor de si misma.
Además, si
bien es cierto que el empleado atemorizado hará lo imposible por cumplir sus metas,
también es cierto que se limitará a esto y a nada más. Aquello que pueda
conseguir por encima de sus objetivos lo aparcará con vista a contar con u
"colchón" para el siguiente ejercicio.
Un empleado "aterrorizado" jamás se le ocurrirá tener una actitud activa, creativa, de innovación, de aportar nuevas ideas; ¿para qué?, ¿para que la dirección las utilice para establecer objetivos aún más complicados?, ¿es que acaso el ambiente de tensión favorece la colaboración?
El empleo del miedo termina desintegrando las organizaciones.
El empleo del
miedo que haga la dirección se terminará transmitiendo hacia abajo, afectando a
todos los niveles de la empresa.
Se genera una
atmósfera que favorece la intriga, los celos, las zancadillas, los
atropellos:
todo vale con tal de sobrevivir (sálvese quien pueda).
El empleo del miedo produce otros efectos negativos.
Genera una
situación de enfrentamiento entre dirección y plantilla, olvidando la realidad de
que todos están en el mismo barco.
En momentos de
dificultad, cuando sea necesario pedir a los empleados un sacrificio extraordinario,
estos no van a estar dispuestos.
El miedo también puede llevar a ocultar los problemas por temor a la reacción del jefe.
Cuando por fin
salen a la luz puede ser ya demasiado tarde.
No hay lealtad hacia la empresa. ¿Estas empresas son capaces de retener a los mejores empleados?
Por supuesto
que no. Los mejores empleados serán los que tengan más facilidad para cambiar
de trabajo, algo que estarán deseando.
A pesar de todas estas consecuencias negativas que conlleva una dirección basada en el miedo, resulta llamativo ver lo extendido que está dentro de las empresas este estilo de dirección.
La explicación
es, como se indicaba anteriormente, que este método de gestión se muestra a veces
muy efectivo en el corto plazo.
Además, un estilo de dirección participativo, creativo, convincente, motivador, requiere unas cualidades de liderazgo que no todo el mundo posee, en cambio resulta muy fácil "coger el látigo".
Marc Soriano
Coach ejecutivo.
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