El líder es una persona que no duda a la
hora de tomar decisiones:
Sabe cuando ha llegado el momento de tomar una decisión.
Sus decisiones están meditadas, tras un
ejercicio de profunda reflexión.
La mayoría de sus decisiones resultan ser
acertadas.
Cuando se aborda una cuestión
(oportunidad, problema, línea de actuación, etc.) el líder puede disponer de
más o menos tiempo para su análisis, dependiendo de la premura que exista.
El líder utilizará todo el tiempo
disponible para informarse, estudiar el asunto a fondo, recabar opiniones,
discutir, analizar alternativas (todas las posibles) y sus previsibles consecuencias.
Mientras que la decisión no esté tomada
el líder es libre de cambiar de parecer, no se tiene que sentir atado por su
primer punto de vista, no tiene que temer que cambiar su opinión delante de sus
colaboradores pueda parecer un signo de incoherencia. Es el momento del
análisis y se trata de alcanzar la decisión más adecuada.
El líder favorecerá dentro de su equipo
un clima participativo que mueva a la gente a defender sus puntos de vista.
Durante la fase de deliberación el líder debe favorecer la discusión y aceptar
la discrepancia.
Un subordinado que dice SÍ a todo lo que
opina su jefe es una persona que no aporta ningún valor a la organización.
Eso sí, una vez tomada una decisión ya no
habrá tiempo para la discrepancia, el equipo debe actuar a partir de entonces
como una piña.
El líder debe preocuparse de dominar los
temas que tenga que abordar y no tener que basarse exclusivamente en la opinión
de los expertos.
No se trata de que el líder sea un
especialista en cada asunto que afecte a la empresa (ello sería imposible),
pero sí debe tener un conocimiento sólido sobre cada uno de ellos.
Esto le permitirá mantener un punto de
vista independiente, tener criterio y poder valorar la opinión de los expertos.
El líder actuará con premura: tan pronto
surja un asunto, un problema, el líder se pondrá manos a la obra y lo afrontará
con diligencia.
Los temas hay que abordarlos
inmediatamente, no se puede dejar que se enquisten (un pequeño problema no
resuelto a tiempo puede terminar convirtiéndose en un asunto delicado). Esta
misma diligencia se la exigirá a sus colaboradores.
El líder sabe que hay un momento en el
que ya hay que tomar una decisión, que ésta no se debe demorar más, aunque no
se disponga de toda la información que uno hubiera deseado.
El líder sabe tomar decisiones en
situaciones de incertidumbre.
El líder no se demora en la toma de
decisiones, pero tampoco se precipita.
Hay personas que prefieren tomar
decisiones rápidamente para evitar la incomodidad que supone el periodo de
indecisión. El líder, en cambio, prefiere utilizar todo el tiempo disponible para
analizar el tema en profundidad.
Una cualidad que caracteriza al líder es
su disposición, cuando sea necesario, a tomar decisiones impopulares,
decisiones difíciles, que incluso pueden afectar a personas muy cercanas.
El líder debe velar por el bien de la
empresa (ésta es su misión) y anteponer esta preocupación a consideraciones
personales.
El líder no participa en un concurso de
popularidad.
En el momento en que la decisión está
tomada ya no se puede vacilar, es el momento de la acción, de ponerla en
práctica, de poner todo el empeño en llevarla adelante.
La mayoría de las decisiones del líder
resultan acertadas.
Una carrera profesional no se puede
construir sobre el fracaso repetido.
No obstante, el líder acepta que a veces
sus decisiones resultan equivocadas.
De estos errores el líder tratará de sacar
las conclusiones pertinentes, analizando el motivo de los mismos con vista a
evitar que se repitan en el futuro.
Por último, señalar que el líder no es
sólo una persona que toma decisiones, sino que elige como colaboradores
personas que también saben tomarlas.
Marc Soriano.
Coach ejecutivo.
Coach ejecutivo.
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