La
actuación del líder influye de manera decisiva en la formación de la cultura de
la empresa, a través de su estilo de dirección, de sus decisiones, de su
comportamiento personal, de la relación con sus subordinados, etc.
Una
cultura en la que impere el sentido de la responsabilidad, en la que se premie
la toma de decisiones, en la que se reconozcan los resultados.
Una
cultura en la que la dedicación y el buen hacer sea la base de la carrera
profesional,
donde no se admitan favoritismos. Donde se premie la innovación y se favorezca
la creatividad del empleado.
Una
cultura donde las normas éticas sean la regla básica de actuación. Se aceptará
y se comprenderá el error, pero se será intransigente con los comportamientos
inmorales. Hay que promover la honestidad.
Una
cultura basada sobre todo en el respeto a las personas, con independencia del cargo
que ocupen. La dirección será implacable ante los comportamientos inadmisibles
(humillaciones, marginaciones, abusos de poder y, por supuesto, acoso moral o
sexual), por muy alta que sea la posición de quien los cometa.
El
líder se preocupará por conseguir un ambiente de trabajo agradable en el que
los empleados se sientan a gusto, que vengan a la empresa con ánimos y no como
los que van a un lugar hostil.
Un
ambiente de trabajo serio, riguroso, exigente, pero humano y cálido.
Un
lugar en el que el empleado se sienta parte integrante de la organización, que
se le valore y no sea un simple instrumento de la cadena de producción.
Un
lugar en el que el empleado se pueda desarrollar profesionalmente.
El
líder favorecerá la unión ente los empleados. Promover actividades sociales:
fiesta de navidad, comidas trimestrales, excursión organizada para las familias
de los empleados.
Impulsar
actividades deportivas: formar equipos dentro de la empresa que participen en las
competiciones locales.
Establecer
pequeñas tradiciones: por ejemplo, los viernes al mediodía quedar con el equipo
a tomar un aperitivo; concursos de dibujo, literario, etc. para los hijos de
los empleados; el día de la corbata extravagante; felicitar personalmente a los
empleados en momentos especiales (cumpleaños, nacimiento de un hijo, boda,
etc); preocuparse ante situaciones difíciles (accidente, enfermedad, pérdida de
algún familiar), etc.
El
líder predica con el ejemplo:
El
líder no puede ser una persona distante, inaccesible y temida; le resultaría
imposible motivar al equipo.
El
líder no pierde autoridad por mostrase cercano a la gente, accesible, por
demostrar que les preocupa su bienestar.
En
definitiva, el empleado es el gran activo de la empresa y hay que apoyarlo. Hay
que favorecer su desarrollo profesional y humano dentro de la empresa.
La
organización debe aprovechar los conocimientos de sus empleados (no hacerlo es un
derroche).
Cada
empleado es una auténtica fuente de conocimiento y por lo general suelen estar encantados
de poder contribuir al buen fin de la empresa si se les da la oportunidad.
Marc Soriano
Coach ejecutivo.
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